¿Qué tanto respeta al otro?


Respeto por el otro no es solo respeto por los ancianos y por las mujeres embarazadas, es ponerse al nivel de todos a su alrededor y tener clara la importancia de no pasar por encima de nadie, de no pisotear, de no responder con tres piedras en la mano, de no acudir a la grosería y las sandeces.

 
Respetar es ponerse en la posición del otro y saber que  puedo lastimarlo; es saber que existen códigos sociales a respetar, normas, y que si quiero contribuir con cultura hacia una mejor sociedad debo evaluarme, propender al orden y avanzar en ese proceso de mejoramiento.

Por eso es bueno preguntarse si: ¿usted es capaz de ceder la silla en un bus cuando ve a alguien de mayor edad, en estado de embarazo, con niños de brazos o alguna limitación? ¿Lo hace porque sabe que es lo correcto o se levanta de la silla a regañadientes?

¿Es de las personas que se roba el puesto de los demás en la fila y sin respetar el tiempo que ellos llevan allí?

¿Es de los conductores que creen que entre más grande es el vehículo tienen más autoridad para cerrar a otros?

¿Es de los que no respeta al peatón limitándoles el espacio de las cebras? ¿Es de los que cuando enciende en amarillo el semáforo ya va acelerando y asustando al que pasa la calle?

Estas son algunas de las situaciones cotidianas que debe replantearse para saber qué tanto respeta al otro. Cuando logre ponerse en el lugar de las demás personas y entender que sus actos interfieren con el avance de la sociedad, lo pensará dos veces antes de cometer cantidad de atropellos.

 

No se salga de casillas

Muchas personas se cuestionaron alrededor del mundo sobre la capacidad de los japoneses en mantener el orden y la calma, incluso en medio de la adversidad, como lo fue hace un año durante el Tsunami que los azotó. Más de un colombiano se preguntó hasta qué punto podría haber actuado con la misma cautela, mucho más en un momento tenso. Pero precisamente ese tipo de situaciones son las que lo ponen a prueba y le permiten evidenciar si usted tiene o no autocontrol, si usted no se involucra si el otro está irritable, si toma distancia, si por un instante es capaz de comprender que el otro tiene derecho a molestarse y no estar de acuerdo, pero usted respira y propende por la armonía de su entorno. Es hora de ponerse a prueba.

 

Preguntas y respuestas


Densho Quintero

Maestro budista colombiano y autor del libro ‘El despertar zen’


¿Cómo lograr ese estado de equilibrio en una sociedad como la nuestra que tiende a pasar por encima del otro?

Pienso que es muy importante comprender que un cambio social sólo es posible a partir de la transformación de los individuos. Es un compromiso personal empezar a modificar los comportamientos que producen sufrimiento en nosotros y en los demás. A medida que cambiamos nuestra relación con las personas cercanas y con el entorno, vamos generando un cambio a nuestro rededor. Nuestro ejemplo se puede extender como una onda expansiva y contagiar a los demás.

 

Aún nos sigue irritando el señor que se pasa el semáforo y nos cierra mientras conducimos o la señora que se pasa nuestro turno en la fila del banco y demás. ¿Cómo debemos actuar para que estos ejemplos citados no nos roben la paz o la tranquilidad? ¿Es mejor callar? Este es un punto bien difícil, porque si tratamos de imponer nuestras ideas a los demás podemos generar respuestas violentas y el resultado sería completamente contrario a lo buscado. Se puede tratar de decir las cosas de manera amable pero sin permitirse entrar en una confrontación. Aunque nuestras convicciones no se pueden convertir en reglas para medir a los demás, creo que lo mejor es generar campañas a nivel social recordando valores como el respeto y la tolerancia ante la diversidad. 

Mediante la difusión en medios de comunicación mostrar que hay grupos que promueven otro tipo de comportamientos opuestos al irrespeto y a la violencia generada por el egocentrismo, de creernos mejores o más importantes que los demás. Es un proceso largo y difícil, pero vale la pena empezar a concientizar a los individuos para que cada uno haga su aporte para la construcción de una sociedad sana y en paz.


¿Qué ejercicio nos podría facilitar tener más paciencia para no salirnos de control?
El budismo nos enseña que todo acto está antecedido por un pensamiento. Nuestros comportamientos por lo general son respuestas reactivas desde el hábito.
Hemos construido una personalidad basada en nuestras preferencias y en nuestras aversiones y siempre reaccionamos tratando de buscar lo que nos gusta y rechazar lo que nos desagrada. 

Estos comportamientos mecánicos terminan por generar codicia, odio, arrogancia, orgullo, que de acuerdo con el budismo son considerados venenos de la mente. El ejercicio más importante es aprender a detener. Cuando evitamos la respuesta automática, reactiva, y nos damos el compás de espera para observar nuestras tendencias mentales, podemos ver qué motiva nuestras reacciones. Así, podemos actuar libremente y responsabilizarnos de nuestras acciones. Seguimos produciendo sufrimiento en nosotros y en los demás o generamos bienestar. Es importante comprender que el ejercicio es permanente. 

No se trata de hacerlo solo un par de veces para obtener los resultados, sino de saber que estas respuestas mecánicas siempre están ahí, al acecho y estar atentos todo el tiempo a no actuar desde ellas. Detener se debe convertir en un hábito. Darnos la posibilidad de observar en cualquier momento cómo están nuestras emociones, cómo estamos respirando y cómo está nuestro cuerpo.

 

 No lanza basura a la calle

Usted ha podido ser testigo de algunos padres de familia que dejan que sus hijos lancen cantidad de basura por las ventanas de sus vehículos sin siquiera inmutarse. Quizá ellos también hacen lo mismo y no les resulta nada aterrador que los más chicos lo hagan. Algunos se justifican con frases como “para eso le pagan a los señores que barren las calles”. Esto es señal de que poco respeta el trabajo de otros. 
Lo mismo ocurre con el buen uso de los baños públicos, con su estadía en un hotel o en un restaurante.

 

No vive de palancas ni de títulos 

Las personas que utilizan frases como “usted sabe quién soy yo”, no han hecho un proceso consciente ni tienen claro que todos somos iguales. No importa cuántos cargos tenga usted en su hoja de vida, ni por qué esto será relevante en cualquier servicio o atención al cliente. Recuerde que no importa la gran lista de estudios para creerse más persona que otros. De acudir a ellas ya es señal de que su ego está por las nubes, pero muy poco aprendió como ser humano.

 

“Si consideramos que no somos los únicos sobre el planeta que sufrimos, de esta comprensión surge el respeto hacia los demás”

 

Es un buen conductor

No importa si tiene o conduce un vehículo ‘maxi’, pues usted respeta a quien lleva la prelación, usted sabe que todos quieren llegar temprano a casa o al trabajo pero aún así no cierra a nadie, no se pasa los semáforos en amarillo y mucho menos abusa o irrespeta las señales de tránsito. Para usted es importante la inteligencia vial y no entiende aún como hay personas que se creen dueños de las vías. Incluso es de los que se pregunta por qué hay vehículos a más de 30 kilómetros, casi que a 60, por una vía de uso peatonal y concurrida. Un buen conductor es el que siempre hace uso de los parqueaderos, que no se ubica justo encima de la señal de prohibido y que mucho menos hará todo lo que se le antoje generando obstáculos o caos vehicular. Es probable que haya visto la reacción de personas que además de infringir la norma se molestan y van gritando por sus ventanas palabras soeces. 

La próxima vez que se suba al volante es bueno que recuerde las anteriores sugerencias y que evalúe qué tanto respeta usted las cebras. Recuerde que este es el espacio del peatón para cruzar sin riesgos las esquinas.

 

Respeta el tiempo de los demás

Hay personas que se declaran respetuosas. Pero, ¿qué tanto respeta el tiempo de los demás? Dejar esperando al otro minutos y horas enteras, no avisar sobre su tardanza, plantar a alguien, citar y después negarse a recibir a alguien, hacer que una persona vuelva a su casa o a su oficina una y otra vez ya es una señal clara de que el tiempo de los demás y sus ocupaciones no tienen ni la más mínima importancia para usted. 
Recuerde que no solo usted tiene una agenda o compromisos ya establecidos.

 

Es un buen peatón

No solo la culpa es del conductor; el peatón debe ser responsable frente a su papel y cruzar las calles solo por las esquinas. Esas rayas blancasy negras no son de adorno ni una forma de romper con la uniformidad del asfalto. No se lance de manera imprevista como si estuviera aburrido de la vida.  si quiere educar al que va al volante, es importante que usted también respete las señales, y no salte justo cuando el semáforo cambiará a verde.

 

No piense en usted primero

Hay personas que se rigen por el lema “si yo estoy bien, qué importan lo demás”. Por eso no les afecta para nada que la otra persona se quede de pie en el metro así lleve niños de brazos, no le importa que otros se roben la fila en el banco si justo están detrás de ellos. Son personas que viven pensando en su bienestar personal y de ahí para atrás poco interés les genera. Ese tipo de personas son las que no son capaces de devolver las vueltas de más en el supermercado, así la cajera tenga que responder por el dinero faltante, son aquellos que corren a quitarle el taxi a la señora que va con cantidad de paquetes, bebé y coche a bordo, son aquellos que se apropian de la silla del servicio público, no la ceden a alguien que tenga menos vitalidad que ellos, sino que al contrario desvían la cabeza hacia la ventana y poco se inmutan. Incluso si alguien les pide el favor de cederla, se ofuscan y responden con tres piedras en la mano.

 

Ponerse en la posición del otro

En una fila en un banco usted no es más que otra persona, si usted llega a un parqueadero y otra persona está ubicando su carro, usted no es quien para quitarle el lugar y cerrarlo. 

Lo importante es ponerse siempre en el lugar del otro. Para eso el maestro budista Densho Quintero expuso que “una de las grandes enseñanzas de nuestra tradición es que lo único que nos hace iguales a todos los seres es que somos completamente diferentes. Cada ser humano tiene su propia visión del mundo, sus propias emociones. Cada uno es un universo único. Aunque a veces en los grupos se coincida en algunas opiniones, en realidad nadie puede ver la realidad desde la óptica del otro, nadie puede ocupar el espacio que está siendo ocupado por otro”.
Si se comprende esto empezará a respetar la individualidad, a comprender el derecho a los propios puntos de vista. 

 

“Aunque no estemos de acuerdo con las ideas de los demás, es importante comprender que todos los seres de una u otra manera experimentamos insatisfacción; que no somos los únicos que sufrimos. Este es el sentido de la compasión, la comprensión profunda de que el sufrimiento es una condición de la vida que compartimos todos los seres. Si consideramos que no somos los únicos sobre el planeta que sufrimos y que los demás no tienen que girar en torno a nosotros, de esta comprensión surge el respeto hacia los demás y podemos dejar de tratar de imponer nuestras ideas y de juzgar a los demás con nuestras referencias egocéntricas”, enfatizó Quintero.


Saber que a veces con nuestra sola presencia podemos incrementar el sufrimiento en los otros, nos puede permitir ser más cuidadosos y respetuosos con los demás.

 

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