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FAMILIA: GÉNESIS DE LA RELIGIÓN

          Esta temática, recorre un ambiente histórico-social ligado a las diversas complicaciones de la vida actual; explícitamente, lo que corresponde a las familias contemporáneas y modernas, y la incidencia de éstas en las pautas de crianza. Como es apreciable de manera general, la evolución del ser humano ha traído transformaciones en ese núcleo de la sociedad tan importante que es la familia, en la trascendencia de su conformación y de la formación de cada uno de sus individuos; por lo tanto es necesario abrir la mente a las diferentes dimensiones que intervienen en dicho proceso.

 

            Un primer asunto a tratar es lo importante que desde tiempos remotos ha sido esa institución, que al igual que la religión, son instituciones primigenias, escapes ante la soledad, miedos e incertidumbres para la especie humana; ha sido considerada como un organismo generador de valores y principios, “una comunidad establecida por la naturaleza para la convivencia de todos los días”(Aristóteles) y base de la sociedad en general; sin embargo existe hoy en día una característica colectiva y es el declive de los valores tradicionales y con ello, la decadencia del ambiente donde éstos, se conciben y forjan: las familias.

 

            En segundo lugar, se trata de crear conciencia de los diferentes contextos en los que se desarrollan los tipos de familia, que de ninguna manera pueden ser desconocidos o menospreciados a la hora de analizar los asuntos que a ella competen; y es justamente allí a donde nos lleva el texto escrito por Ana Zermeño “La Familia en la Génesis del Siglo XXI”, al decir que en estos tiempos, los marcos de referencia se han desequilibrado, trasladando de su centro la importancia de valores y lo que significa la convivencia familiar; y ha traído e instalado dos tendencias que replantean las dinámicas familiares; estas son: la individualización y la urbanización.

 

          Para ello, la autora trata de tres temas ligados, donde a su consideración expone de manera interesante lo relacionado con la concepción clásica de la familia moderna, la familia contemporánea y las tendencias de acomodación o perspectivas a futuro. Inicialmente, habla de las características que construyen y componen la familia; rasgos que defienden su magnitud ante la vida social, de los que vale citar como: el ordenamiento de la reproducción, la regulación de la conducta sexual, la educación y formación de hijos, el ordenamiento de comportamientos económicos básicos, el ordenamiento de las relaciones intergeneracionales y la regulación de afectos y sentimientos. Y es que cada uno de estos puntos despierta la curiosidad de observación, ya que llegan a reflejar los aspectos más relevantes en el comportamiento de la vida comunitaria, obviamente engendrados en el mismo núcleo familiar.

 

        La contemporaneidad ejerce, entonces, directamente sobre el ambiente familiar una dualidad de fuerzas –a favor y en contra- para su consolidación o desintegración, dependiendo de la familia misma, pues, se dejan de lado los ideales homogéneos propios de  las épocas anteriores y se deshace del modelo tradicional, que aparentemente mantenía en equilibrio a la familia; esta nueva forma de ver las cosas lleva al individuo a reconocerse a sí mismo, tomando conciencia sobre las implicaciones de sus actos y elecciones, y con ello, visualiza los riesgos y miedos que antes eran dejados en manos del destino o de su Dios; consecuentemente la evolución lo arrastra a intentar buscar su propia conciencia y la conformación de su propio destino. Sin embargo no todas las personas verán desde su perspectiva esta actitud de manera  positiva; algunos pensaran en lo negativo que puede ser el desencadenamiento del individualismo y la “desmitificación”; y seguramente hasta considerarán ésta era, de manera  apocalíptica, como una era de revelaciones, donde se acerca el fin de los días; otros por el contrario ven en ello, la esperanza de una revolución, de un cambio que genere nuevas expectativas en busca de una mejor sociedad, reconociendo las fallas, las falencias, la inconsciencia y trabajando entonces, por una “sociedad humanamente vivible”, teniendo en cuenta la sinergia de la vida humana con respecto a todo lo que le rodea.

 

            Por otra parte, encontramos un tema que no deja de ser controvertido, pues ha traído consigo una particular desarticulación familiar, no como resultado directo de lo que defiende, es decir, los derechos de la mujer; sino por las luchas intrínsecas en el ámbito público y doméstico de la familia, entre géneros femenino y masculino. La emancipación de la mujer, de la sombra del patriarcado que venía dominando la cultura familiar, permitió, igualmente abrir las puertas hacia una nueva manera de ver las cosas, hacia un mundo donde la obra femenina aportaba tanto o más que esa actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres; pero la resistencia al cambio, por parte de tantas generaciones machistas, trajo consigo el riesgo de la ruptura matrimonial, la vulnerabilidad interna en la relación de las parejas que desestabiliza la familia y la aparta de su misión fundamental en la sociedad.

 

Un tercer punto tocado por la autora del texto, es la tendencia de la acomodación, una perspectiva futurista donde exhibe una común disposición a valorar la familia, a volver a ese núcleo lleno de principios, que se hacen necesarios en la actualidad; reconociéndola como una alternativa eficaz para los avances del mundo, y dejando ver un horizonte de posibilidades que permitan fortalecer el vinculo familiar, desde la aplicación de los valores hacia el cumplimiento de las metas comunes de la misma.

 

            Según las anteriores ideas basadas en lo que Zermeño manifiesta, el escenario en el que en estos momentos la familia se desarrolla, crea nuevas condiciones que sin querer tildarlas de dañinas, sí son nuevas y por tanto ofrecen la incertidumbre de cómo recibirlas, tratarlas y sobrellevarlas, uno de esos casos explícitos a lo que atañe las pautas de crianza, es “la percepción de igualdad” asumida en los roles de los entes familiares, de una manera horizontal y democrática, donde los padres temen ahora tratar a sus hijos, con la misma autoridad con que fueron tratados, presentándose el debilitamiento del carácter; pero llegando a los limites de debilitar también la crianza y la transmisión de los valores; del otro lado, los hijos asumen una posición facilista, hedonista, puesto que los padres colocan a su disposición lo que antes se ganaba con algo de lucha.

 

            Ahora bien, teniendo en cuenta la multicausalidad de este tema, es preciso evidenciarlo desde otra perspectiva; en “Familia, Generaciones y Formación de Valores: una triada sometida a la reflexión” escrito por  Diana Sedal Yanes; se considera “la lógica de la existencia humana como el ciclo de la continuidad de grupos generacionales que construyen su identidad según condiciones de la época y sus problemas”, es de subrayar, la importancia del término “identidad”, para la convivencia en sociedad con los distintos grupos que en ella habitan, así pues, la familia es ese espacio propicio para potencializar las aptitudes optimas para el desarrollo de una personalidad adecuada, mediante la ejecución de acciones en busca de la satisfacción de necesidades, siempre y cuando no atraviesen los límites de la moral.

 

Es preciso insistir en la misión de la familia, como una responsabilidad y compromiso ante la sociedad para criar apropiadamente sus individuos, y de no ser como afirma dicho texto, mediante la participación consiente y sistemática de esos sujetos generacionales, no habría una conformación de valores para ellos; ese, “brindar condiciones” para que se realicen dentro de una elección libre, con un criterio óptimo que los conduzca a la felicidad en correcta relación con las dimensiones que enfrentamos en la vida, a las que no se puede ser indiferente: lo humano, lo cultural, lo histórico, lo ecológico, lo político y lo ético; de todo ello se toman valores potenciales en el proceso de mejora humana, que se transmiten por generaciones dentro del marco auténtico de la familia, la cual se requiere –que “al fin pueda llegar a ser”, una familia ideal, con individuos ideales para formar una sociedad ideal.

 

            Por eso, es preciso nombrar, las tesis planteadas por Yanes, sobre la importancia de las relaciones intergeneracionales como condición necesaria, mas no suficiente y la de participación consciente  y responsable de las nuevas generaciones en la conformación de valores familiares; y para eso, es oportuno hacer alusión a cierto pensamiento que nos puede ser útil en este momento aportado por el pensador Jiddu Krishnamurti, La religión es la comprensión del pensador y el pensamiento, lo cual indica comprender la acción en la relación, eso es religión no la adoración de una idea por gratificante o tradicional que sea y quien quiera sea que la haya expresado; es la comprensión de la belleza, del profundo y amplio significado que la acción tiene en la relación. La vida es relación, de otro modo no existimos… existir implica ser, ser implica relación y sin comprender esto, no comprendemos la realidad”.

 

De manera similar lo afirma el texto de Yanes al decir que cordialidad y fraternidad no son suficientes, también es necesaria la conciencia de la importancia de cada sujeto, el conocimiento de la necesidad de formación y la responsabilidad para con tales sujetos en formación, por parte de toda la sociedad.

 

            Dicho de otro modo, dentro de las pautas de crianza, ha de haber una comunicación directa, donde se llegue al reconocimiento adecuado y consciente de la importancia de los individuos, cada uno diferente; pero sólidos en la unión de un grupo o más bien, de un sistema - la familia-, que actúa de forma interconectada, no solamente con los semejantes, sino con el resto del mundo, donde cada uno de sus entes, es tan importante como cualquiera y donde cada una de las acciones de éstos, marcará un paso importante en la construcción de la personalidad del individuo y consecuentemente en la formación de una mejor sociedad donde se comprenda verdaderamente la realidad; sin embargo, vale la pena aclarar, que el termino religión (proveniente de re-ligar, unir. Al igual que en el titulo, el término es aplicado, no como institución, sino en un grado superior, entendido como ese acto de correcta “re-unión” entre humanos, basados en la comprensión de la comunicación efectiva), alude a comprender con los ojos del alma, las acciones de quienes se relacionan, vistos como seres propios, únicos y diferentes; desde ese punto de vista, la conclusión idónea es llegar al conocimiento profundo de cada uno, no como mera idea o pensamiento, sino en lo internamente transcendental; buscando la manera de entrar en contacto con el otro, aceptándolo con amor, sin exigirse a sentirlo, conseguir transmitir los valores familiares no por obligación, por fuerza o exigencia social, sino porque se siente la necesidad de ofrecer lo mejor de cada uno y para ello, dos bases para iniciar: la primera, ver sin obstáculos la verdad de las cosas o en este caso, las personas –no verlo como padre o hijo, sino como un ser –; y la segunda, difundir desde ese núcleo de formación, la identidad de lo que somos –con la magnífica fuerza y grandeza dada por la naturaleza- para ser receptores de todo lo bueno y positivo que enfrentemos en la vida, transformándolo en bienestar, para todos por igual por muy inicua que se torne la vida.

 

 

 

Ps. Juan Pablo Díaz.

 

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