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REFLEXIONES SOBRE LA FAMILIA Y LA SEXUALIDAD

* Escúchalo también en podcast.

Familia: ¿un mandato divino hecho con amor?

La familia puede ser considerada como un privilegio para quienes hemos nacido y nos hemos formado dentro de una, quizás no todos puedan tener la misma oportunidad, quizás con el tiempo las familias se vean tan desintegradas que llegue a desaparecer, o tal vez haya algo en el camino que permita reconocer la importancia de esta en la formación de las personas y la integración de la sociedad.


Para que pueda surgir un mínimo de conciencia al respecto, es necesario hacer un viaje a través del tiempo, a la historia, de donde proviene el origen de lo que significa familia y es que de alguna forma en algún momento, la familia no existía, no se consideraba en la mente humana, era aquella época en que la evolución había permitido que nuestra especie llegara al punto de ir expandiéndose y presentando lo que para nosotros sería algún tipo de desorden, algo que nuestra mente civilizada – si así puede llamarse– catalogaría de aberrante, recibe pues, eso el nombre de “promiscuidad”, donde cada mujer pertenecía por igual a todos los hombres y cada hombre a todas las mujeres, porque no había entonces un pensamiento o una ley que impidiera que eso fuera así, simplemente las necesidades y los impulsos guiaban las actuaciones de nuestros antecesores. Seguramente vieron en ello alguna dificultad y decidieron que era bueno organizarse, así la familia considerada promiscua, pasa entonces a ser dentro de la gen un tipo de familia endogámica, donde el cruce sexual era con miembros del mismo grupo familiar, entonces, maridos y esposas eran colectivos, compartidos unos con otros; con el paso del tiempo y el desarrollo de la distribución lógica del trabajo, donde los hombres se encargaban de suministrar el alimento a través de la caza de animales y las mujeres se encargaban de criar los hijos y mantener el hogar, el proceso de nómada a sedentario y la posibilidad de adquirir más terrenos y ser más fuertes frente a otros grupos, es decir el deseo de subsistencia; lleva a que la familia o la gen se torne exogámica, donde se dio la oportunidad de unirse a gente de otras tribus, como si fuera una típica transacción de beneficios para simplemente lograr la continuación de la familia y asegurar su permanencia en el medio.



Como vemos, las primeras ideas de matrimonio, sus bases fundamentales no fueron precisamente el romanticismo o el amor ideal, como vulgarmente se piensa, por el contrario, la unión de dos personas traía consecuencias múltiples para toda una gen, pues se ampliaban las fronteras de su territorio, así como las económicas y sociales, se obtenía mayor seguridad en defensa de ataque de otras tribus, era una inteligente alianza de integración básica social, que permitía continuidad y de alguna forma paz, es decir, algo así como: ¡si no puedes contra tus enemigos, únete a ellos!


Y era de esperarse que una organización social, trajera consigo, leyes y normas; una muy importante que surgió, porque se considera que de no haber sido así, no se hubiera concebido la civilización de la sociedad humana; fue la de prohibir el incesto, es decir, impedir que se continuaran las uniones sexuales-maritales entre hombres y mujeres de una misma familia, de allí, se originaron otros dos fenómenos, la poliginia y poliandria, aunque en mayor medida la primera, donde había la presencia de un varón con varias mujeres y que fue la que llevo a la formación de un fenómeno que hasta hoy todavía permanece vivo, aunque por fortuna agonizante: “la familia patriarcal”


Como se aprecia fácilmente, el concepto de familia ha venido evolucionando hasta convertirse en una parte básica de la sociedad y de los individuos que nacidos de la familia, después harán parte de esa sociedad, pues con el tiempo adquiere ciertas responsabilidades y autoridades que le permiten construir desde su nacimiento, lo que será cada persona, basados en las tradiciones y la divulgación de valores que permiten seres humanos mejores.

Si se ha o no, conseguido eso… queda, pues, en tela de juicio.



Todo tiempo pasado… ¿Fue mejor?


Hay una extraña convicción de algunas partes de la sociedad, que aseguran que antaño, la educación y la forma de llevar las cosas eran mejores que como se ven ahora, quizás en algunas cosas tengan razón; sin embargo, hay circunstancias que nos permiten pensar lo contrario, si nos referimos a temas específicos como la sexualidad. Cuando se presenta esa organización de tipo social que comienza a distribuir de cierta manera, las uniones sexuales, se inmiscuye entonces las tradiciones religiosas y culturales que condenan y reducen la trascendental visión que se tenía en alguna época, de la sexualidad y su importancia en la especie humana; con ello los roles que se les dieron a cada parte sexual originaron luego el machismo y de él, el feminismo que crearían las barreras y las divisiones que en muchos sentidos han hecho incómoda la forma de vida para algunas de las partes.

Dentro de la familia y en sus responsabilidades de educar a sus hijos, una importante parte se le adjudica a la de identificación sexual con respecto a los roles que corresponden a hombres y a mujeres, los que hoy en día por la liberación sexual, pueden ser malentendidos, ya que no es fácil y no se está preparado para hablar de sexo con la propiedad que se debería, en la educación básica de las generaciones que continuamente vienen, cada vez más en manos de un descuido generalizado en la crianza correcta basada no solamente en los valores, sino a demás en las cosas más básicas de los seres vivientes entre ellas, la sexualidad.


Así que nos deberíamos preguntar ¿una nueva y adecuada educación haría de nuestras generaciones mejores personas?


Tal vez haya que madurar y evolucionar mucho más o de distinta manera, ya que se reconoce que las cosas no están bien, que un diagnóstico de la situación actual de la sociedad arroja claramente que la autodestrucción viene en camino, de manos de la superpoblación desmedida y estúpida, de las enfermedades de transmisión sexual que tanto atacan a las generaciones más jóvenes, a la increíble y degenerada mal utilización de los recursos de la naturaleza que se acaban y que atentan contra la especie humana; de la misma familia, que se ve deteriorada y que tiende cada vez más a desaparecer, condenándola al olvido y reduciéndola simplemente a la fabricación de más seres que se autodestruyen y conforman ya no una sociedad, sino un campo de batalla en el que perecen día a día cada quien en su propia agonía.

 

Ps. Juan Pablo Díaz 


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